“Burunchel, el casi de ensueño pueblo siempre aplastado sobre las rocas ceniza que le prestan calor por el lado de la cumbre. Junto a él se presenta el denso bosque de la sierra desgajada y que amorosamente se abre para dar paso y sin decir nada, comienza a mostrar sus desfiles de verdes plantas con el gusto y la belleza de lo que siempre es eterno y la única mancha que, sobre su perfume virgen, de continuo muestra, es la huella de algunos de los que por aquí pasaron”. ©José Gómez Muñoz
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