HISTORIA DE UN SANTO
Cuenta la historia que antaño, cuando Burunchel era conocido como "Gusarapos", existía en el pueblo una imagen hecha de madera de cerezo que representaba a San Julián.
Dicha imagen la hizo artesanalmente un anciano carpintero de la zona y desde su creación se le fueron atribuyendo todo tipo de milagros y curaciones a todo aquel que la contemplaba.
Fue pasando el tiempo y los actos milagrosos no cesaban, tal fue la importancia del hecho que venían de lejos para ver al santo.
Al cabo de unos años los vecinos de un pueblo cercano movidos por la codicia quisieron apoderarse de la imagen y a las fuerzas lograron arrebatársela a los vecinos de Burunchel. La cogieron en hombros y se dirigieron a su pueblo pero pudieron observar que conforme se alejaban de la ermita, la imagen iba aumentando su peso hasta tal punto que a las afueras de Burunchel, junto a un arroyo, era imposible moverla, parecía haberse pegado al suelo, decían. Ante la impotencia decidieron dejarla allí e irse. Tras esto contentísimos los de Burunchel la volvieron a coger y la regresaron a su lugar aunque según ellos no parecía pesar nada.
Siguió pasando el tiempo y de nuevo los mismos volvieron al pueblo de la imagen para llevársela, esta vez provistos de varias cabezas de ganado para transportarla, pero volvió a pasar lo mismo, los borricos se quedaron inmóviles y no podían salir del pueblo portando la imagen. Fue tal la impotencia que sintió esa malvada gente que decidieron quemar allí mismo el santo para que no fuese de nadie.
Sin duda fue un hecho de gran tristeza para los vecinos de Burunchel, que no tardaron en reponer la imagen, aunque esta vez de escayola. Aun hoy se puede apreciar el lugar donde se quemó el santo donde aun no ha nacido vegetación alguna.
Desde entonces cada 22 de agosto todo Burunchel se echa a la calle para pasear por el pueblo a su querido San Julián, conmemorando ese día en el que el santo no quería salir del pueblo.
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